Ahora que se cumple el cincuenta aniversario de la Escuela de Arte de Pamplona en el actual emplazamiento de la calle Amaya, hay buenos motivos para celebrarlo.

La Escuela ha pasado por distintos momentos y planes educativos, llegando a día de hoy con energías renovadas. Es cierto que vivimos en tiempos convulsos y de gran incertidumbre. Se ha pasado, en relativo poco tiempo, del paradigma de las artes plásticas al de las artes visuales, de lo analógico, al dominio de lo digital. Todo cambia, nada es igual hoy a como fue ayer.

En la escuela se imparten desde estudios de Bachillerato Artístico, hasta Estudios Superiores de Diseño, pasando por Ciclos Medios y Superiores.

Por aquí han pasado distintas generaciones que se han insertado en la sociedad. Profesores y alumnos que han desarrollado sus carreras artísticas y profesionales. La Escuela ha servido durante años de centro de reunión y contacto. Para unos ha sido el camino, para otros el desarrollo de una ilusión, el lugar en el que dar forma a inquietudes y deseos.

Esta Escuela ha servido para dar forma a muchas voluntades e iniciarse en el mundo social a la par que desarrollarse personalmente. Si en algo es significativo lo relacionado con el arte, es que cultiva lo humano, que aprende del pasado y mira al futuro desde el aquí y ahora. La Escuela ha servido para poner en contacto sensibilidades e intereses afines, para dar pautas que después cada quién tendrá que desarrollar. Lo cierto es que esta ciudad es mejor gracias a ella, sin ninguna duda, esto es un importante motivo de celebración.

Imágen de prensa antigua: Diario de Navarra

Vivimos tiempos peligrosos e interesantes y la burocracia está haciendo peligrar muchas cosas. La exigencia, la responsabilidad, y por tanto la libertad, están siendo sustituidas por cierta mecanización. Frente a esto, la mirada crítica a la sociedad y la personal, deberían ser siempre y al margen de lo técnico, una guía y un timón.

Aquí disfrutamos trabajando e intentando mejorar la sociedad y nuestra propia realidad. Intentamos aprender de los que nos antecedieron, manejar las técnicas actuales, vivir el presente mirando activamente hacia el futuro. Ser parte activa de la sociedad.

En un mundo castigado por el exceso, confundir lo productivo con lo necesario no parece que sea el camino que hoy se nos presenta. Pero sí, en cambio, puede serlo jugar con las formas y ser, al mismo tiempo, rigurosos.

Entender que no hay juego sin reglas y que todo es juego en definitiva. Pensar que todo puede ser siempre mejor pese a las dificultades o con ellas.

Lo mejor de la Escuela ha sido siempre el alumnado, su sensibilidad, energía y ganas. Las dificultades que plantean.

Ahora, en los tiempos de Google, queda no tener miedo a equivocarse y así poder progresar, con la acción. El único temor admisible es el de la inacción.

Toda persona tiene sus características, es desde ahí donde esta Escuela es especialmente valiosa y necesaria.

Alfonso Ascunce